sábado, 3 de julio de 2010

Los Mil Días De Allende

Los mil días de Allende


Salvador Allende Gossens.- Allende nació en Santiago en 1908 y fueron sus padres el abogado y notario Salvador Allende Castro y Laura Gossens Uribe, descendiente de francés. Hizo sus estudios humanísticos en liceos fiscales y los de medicina de la Universidad de Chile; pero, al contrario de alguno de sus antepasados, que sobresalieron en esta profesión, Allende se dedicó de preferencia a la política.

Al ser elegido presidente contaba él con 62 años de edad. Satisfacía así la aspiración de toda su vida y pasaba a ser en el mundo el primer mandatario marxista elegido democráticamente. Por eso mismo, todos los países pusieron sus ojos sobre Chile, atentos a los resultados que pudiese dar el experimento económico-político-social que se ensayaba por vez primera y en contra de la voluntad de los dos tercios de un pueblo que ya tenía larga práctica en el ejercicio de la democracia y la libertad.

La “vía chilena hacia el socialismo”.- El triunfo de Allende y de los partidos que lo apoyaban produjo un verdadero pánico antes de que asumiera el mando, el que se manifestó en corridas a los bancos, bajas de valores en las bolsas de comercio, rápida salida de mucha gente al extranjero e intranquilidad general.

Los hombres del nuevo gobierno, necesitados de inspirar confianza, aseguraban reiteradamente que el proceso de cambios se efectuaría dentro de la constitucionalidad y la legalidad, esto es, respetando las normas democráticas, libertarias y pluralistas en que siempre había vivido la república. Tal fue la llamada “vía chilena hacia el socialismo”, un camino muy distinto del seguido hasta entonces en el mundo marxista, desde la ex-URSS hasta la Cuba de Fidel Castro.
En cuanto a Allende, expresaba que se trataba de realizar una “revolución a la chilena, con sabor a empanadas y al vino tinto”; pero poco más tarde declaraba al francés Regis Debray que sólo como una “necesidad táctica” había aceptado el estatuto de garantías que le impusiera la Democracia Cristiana en cambio de su elección por el Congreso, pues “en ese momento lo importante era tomar el gobierno”.

Y tomar el gobierno significaba para los hombres del nuevo régimen instaurar el poder popular o dictadura del proletariado, con el control absoluto de la economía y de la fuerza armada. Mas, para mantener el poder político, el nuevo gobierno necesitaba de un éxito económico que le permitiera atraer la adhesión de la mayoría en vista a las próximas contiendas electorales.


1971

La política económica de 1971.- Allende y la UP (Unidad Popular) comenzaron por llevar a la práctica una política económica cuyos objetivos inmediatos fueron reactivar la economía y disminuir la cesantía. Para ello utilizaron como fuerza motora la redistribución del ingreso mediante la elevación de los salarios en un 40%, la congelación de los precios por decreto y la puesta en marcha de la capacidad ociosa de las fábricas. De esta suerte se produjo una extraordinaria demanda de toda clase de artículos y productos, lo que activó la economía y disminuyó la cesantía. A esto último contribuyeron también las contrataciones masivas de individuos, que resultaron de un alto costo debido a su baja productividad (Baltra). Los alimentos que el país no producía se importaban a cuenta de los dólares de la reserva del Banco Central; los gastos internos se financiaban con cuantiosas emisiones de billetes.

Esta política económica o plan Vuskovic dio una sensación de bienestar durante el año 1971; el producto geográfico bruto alcanzó al 8,3%, la producción industrial aumentó en 12%, la cesantía bajó al 3,8% y el alza del costo de la vida llegó al 22% en vez del 34,9 del año anterior.

Sin embargo, tan halagadores resultados sólo serían temporales, pues en unos meses más se produciría el efecto retardado de la gran expansión monetaria que había tras de todo lo obrado y que en el año en cuestión superó en 13 mil millones de escudos a la de 1970. Tan formidable expansión monetaria hizo desaparecer las mercaderías, desvalorizó el escudo y dio nacimiento a la especulación y al mercado negro. Se le llamó inflación desabastecida y provocó el rechazo de la moneda nacional y la preferencia por el dólar y otras monedas extranjeras.

En octubre de 1971 comenzó “a observarse el arranque inflacionista que, en 1973, se convirtió en devastador alud..., dejando al descubierto las tremendas debilidades de la gestión económica del gobierno..., aun cuando no faltan quienes aseguran, con base, que fueron efectos premeditadamente perseguidos, con el propósito de crear condiciones favorables a la implantación del socialismo autoritario”.

La elección municipal de 1971: el empate.- Los comicios del mes de abril, destinados a elegir los regidores que integrarían los municipios, fueron un éxito para la UP, pues elevó su fuerza electoral en un 14% sobre la obtenida en la elección presidencial de siete meses antes. Gobierno y oposición se encontraban ahora en virtual empate, con 49,73 y el 48,05%, respectivamente.

Pero la UP se atribuyó la mayoría absoluta, al sumarse los votos de una pequeña fracción socialista que no formaba parte de ella. En su euforia, el gobierno, que ya disponía de los resquicios legales, anunció la pronta requisición de toda la industria textil.

La guerrilla.- A todo esto, la lucha por el socialismo se iba convirtiendo en una contienda armada o enfrentamiento entre los “compañeros” de la UP y del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y los opositores de los partidos demócrata cristiano y Nacional. Este caso estaba previsto, pues el “compañero presidente” no estableció su residencia en la Moneda sino en una mansión bien defendida del barrio alto, en la calle Tomás Moro. Al mismo tiempo se rodeó allí de una guardia personal, el GAP (Grupo de Amigos Personales), escogida entre los sectores violentistas del PS (Partido Socialista) y equipada de armamento ruso y checoslovaco.

Los partidos marxistas organizaron brigadas de choque destinadas a conquistar la calle y cubrirla de propaganda: el PS la brigada Elmo Catalán y el PC (Partido Comunista) la Ramona Parra.

En cuanto al MIR, que desde el gobierno de Frei venía asaltando bancos y cometiendo toda clase de desmanes sin que la policía civil lograse capturar a muchos de sus militantes, había engrosado ahora sus filas y se paseaba por calles y plazas, armado de laques, palos, cadenas, linchacos y cuchillos, atemorizando impunemente a la ciudadanía.

El ala izquierda del PS, llamada de los “termocéfalos”, seguía al senador Altamirano y armonizaba con el MIR, con el cual realizaba en los campos tomas de fundos y minifundios y en los contornos de las ciudades instalaba los llamados “campamentos” o poblaciones de “los sin casa”, donde no se permitía la entrada de las fuerzas policiales. En muchos puntos del país se descubrieron escuelas de guerrilleros, donde se preparaban fuerzas paramilitares destinadas a actuar cuando llegase el momento en que estuviesen dadas las condiciones para dejar de lado toda simulación de legalismo y proceder a establecer la dictadura marxista. Las armas venían de Cuba y Checoslovaquia.

El asesinato de Pérez Zujovic.- Durante el gobierno anterior se había producido una escisión dentro del MIR, del cual se desprendió un grupo ultrarrevolucionario llamado VOP o Vanguardia Organizada del Pueblo, que superó a aquél en violencia y terrorismo.


A poco de llegar a la presidencia, Allende cursó un decreto de indulto en favor de los extremistas presos o procesados por asaltos a bancos, a supermercados y otros hechos similares, delitos cometidos con anterioridad a su elección. Éste los calificó de “jóvenes idealistas”.

Pocos meses después, un comando de la VOP atacaba en su automóvil al ex ministro y ex vicepresidente Edmundo Pérez Zujovic y le daba muerte a balazos (8 de junio). Individualizados los asesinos, fueron cercados y baleados en una espectacular acción. Uno de ellos había sido beneficiado con el indulto ya mencionado. Otro miembro del mismo comando, deseando vengar la muerte de su compañero en la persona del director de investigaciones, se presentó en la oficina de este servicio y dio muerte a tres detectives, encendiendo luego un cartucho de dinamita que lo voló en pedazos. Sólo más tarde se sabrían las sórdidas vinculaciones de aquel funcionario con los asesinos de la VOP: “...de ahí que el director de investigaciones decidiera sellar ese pacto de sangre con la muerte de ellos para evitar que hablasen” (Filipi y Millas).

Temporales y terremoto.- A poco de estos dolorosos sucesos, las fuerzas de la naturaleza se descargaban sobre el país. Violentos temporales de lluvia azotaron la casi totalidad del territorio, principalmente a las provincias de Valparaíso, Santiago y O’Higgins (20 de junio).

Días más tarde, un devastador terremoto asoló principalmente las provincias de Coquimbo, Aconcagua, Valparaíso y Santiago, causando cuantiosos daños y la muerte de más de 60 personas, aparte de un número superior a 600 heridos.

El gobierno de la UP no se libraba del mismo azote que habían sufrido los de Alessandri y Frei.

El área estatal.- Desde unos cuarenta años atrás se venía formando en Chile un sistema económico que permite la coexistencia de las áreas estatal y privada e, incluso, de la mixta. En el programa de la UP se contemplaba la incorporación al área estatal o social de las grandes industrias, de la gran minería, de las tierras reformadas, de los bancos, etc.

1. La nacionalización del cobre.- Allende consideraba al cobre como “el sueldo de Chile” y a su nacionalización como “la segunda independencia” del país, esto es, la que lo liberaría de la dependencia extranjera y de la explotación imperialista.

Con lo ya avanzado en el gobierno de Frei y la aceptación expresa de la opinión pública, fue fácil obtener en el congreso pleno la aprobación, por la unanimidad de los parlamentarios asistentes, de la reforma constitucional que permitió la nacionalización de las empresas de la gran minería del cobre. En atención a las llamadas “utilidades excesivas” obtenidas por las minas principales (Chuquicamata, El Salvador y El Teniente), no se reconoció a las compañías norteamericanas el derecho a indemnización.

Con la nacionalización se había dado un gran paso adelante; pero faltaba aún demostrar la capacidad indispensable para manejar una gran industria estatizada. Ocurrió lo contrario y la producción del metal rojo fue en constante baja hasta la caída del régimen, debido al éxodo de ingenieros y supervisores, a la politización de las actividades mineras, al ausentismo de los trabajadores, al sectarismo de los hombres nuevos, a su incapacidad y a su imprevisión.

2. Estatización de los bancos.- Allende anunció la presentación de un proyecto de ley destinado a la estatización de la banca privada, tanto chilena como extranjera; pero, conciente de que no sería aprobado por la mayoría del parlamento, procedió a la compra directa de las acciones bancarias a sus dueños. De esta suerte, el Estado, por un procedimiento de dudosa legalidad, pasó a controlar el 90% de la capacidad crediticia del sistema bancario. La tasa de interés fue rebajada de un 22% anual al 18; pero, ante las pérdidas que sufrieron los bancos, hubo de ser elevada al 24%.

3. Estatización de las industrias.- En tiempo record marchaba la formación del área estatal, sin tomar en cuenta al Congreso Nacional, ni a los tribunales de justicia, ni a la Contraloría. En las estatizaciones, el ministro Vuskovic se distinguió por su política de hechos consumados, y el abogado Novoa por su tesis jurídica de los resquicios legales, basada en un Decreto-Ley del año 1932, en la época de la república socialista, el cual “le daba atribuciones al comisariato de subsistencias y precios (después Dirinco). Permitía, en caso de angustiosa escasez de un producto indispensable para el consumo, requisar la industria que lo elaborase y normalizar su entrega. Este decreto pasó a aplicarse en huelgas prolongadas que afectasen a la población. No se estableció plazo para esta requisición, suponiéndose que sería muy temporal, mientras se solucionaba el conflicto”. El mencionado decreto-ley sirvió ahora para estatizar empresas sin ley especial ni cancelación a sus dueños o accionistas.

Lo anterior permitió controlar el 60% del producto nacional a través de 415 empresas, algunas requisadas, otras intervenidas y las menos adquiridas por la compra de la mayoría de sus acciones (Baltra).

Las citadas empresas fueron confiadas, con criterio político y sectario, a interventores que por lo general carecían de conocimientos, de experiencia y de tino. Ellos desorganizaron la actividad industrial, cuyo deterioro comenzó a producirse en 1972 y culminó al finalizar el régimen.

La reforma agraria.- En el sector agropecuario, que Allende llamaba “el pan de Chile”, la reforma continuó con tal rapidez, que en 1971 se expropiaron más de dos millones de hectáreas, muchas de ellas en fundos bien trabajados.

Otras tierras, aun pequeñas propiedades, eran simplemente tomadas por grupos de guerrilleros del MIR o de los partidos marxistas de la UP. A las tomas solían seguir las retomas, unas y otras acompañadas de violentos enfrentamientos armados que causaron pérdidas de vidas y destrucción de bienes.

El gobierno, por otra parte, deseaba ahora transformar los asentamientos campesinos creados por la DC en haciendas estatales a la manera de las existentes en la URSS. Su principal propulsor era el ex democratacristiano Jacques Chonchol.

La producción agropecuaria decaía a pasos agigantados, haciendo necesario importar más y más alimentos, con la consiguiente disminución de la reserva en dólares del Banco central.

Izquierda radical e izquierda cristiana.- El relativo empate producido en los comicios municipales de abril no tardó en romperse. En efecto, una elección complementaria efectuada en la provincia de Valparaíso dio el triunfo al candidato de la oposición, que obtuvo más del 50% de los sufragios (18 de julio).

Un mes después, en el radicalismo de gobierno se produce una división de verdadera importancia, pues varios senadores y 7 diputados, que no aceptaban la tendencia marxista que iba tomando el partido, fundaron el PIR o Izquierda Radical, pero sin abandonar la Unidad Popular (3 de agosto).

La propia DC vio desprenderse de ella dos grupos izquierdizantes que pasaron a la UP: el MAPU, que terminó por abrazar el marxismo, y la IC o Izquierda Cristiana.

En esos tiempos ya se habían delineado algunas de las fallas de la UP. Una de ellas fue el cuoteo de los puestos claves y de los mandos medios entre las distintas colectividades políticas que integraban tan heterogéneo movimiento: ministros, subsecretarios y altos jefes ya no dependieron del mandatario sino de un comité político de la UP que más que a la capacidad de los individuos atendía a su color político.

Como “los socios de la UP se tenían desconfianza desde el principio... las reparticiones públicas se convirtieron en una maraña de pequeñas parcelas, donde los funcionarios se hacían zancadillas dentro de la propia UP, aparte del sectarismo con que trataron al resto” (martes 11).

La visita de Fidel Castro.- A principios de noviembre llegó Fidel Castro a Chile, en una visita que se prolongó cerca de un mes. Castro recorrió el país casi en su totalidad, dio consejos a los obreros sobre los medios de ganar la batalla de la producción y a los hombres de gobierno sobre la conveniencia de la unidad y la activación del proceso revolucionario. Todo esto era tanto más oportuno cuanto que la popularidad de Allende comenzaba a mermar, deteriorada por la crisis económica y el desabastecimiento que empezaba a afectar a la población.

El día anterior a la partida de Castro se realizó en Santiago la marcha de las cacerolas, que fue la primera protesta callejera en contra del régimen de la UP. Una gran multitud de mujeres salió a la calle haciendo sonar cacerolas y ollas vacías; pero en los alrededores del cerro Santa Lucía fue bloqueada y atacada a piedras y palos por las brigadas miristas, comunistas y socialistas, a la vez que la policía lanzaba sobre ellas sus bombas lacrimógenas. Desde ese momento fueron las mujeres las que encabezaron la resistencia en todo el país, pues sobre las amas de casa pesaba principalmente la tensa situación en que ya se estaba viviendo.

Después de la visita de castro el proceso de cambios se fue radicalizando y la extrema izquierda mejoró sus posiciones. Si había desabastecimiento no se debía, según ella, a menor producción sino al mayor consumo popular originado por la política de distribución del ingreso efectuado por la política de la UP.


1972

Acusaciones constitucionales y derrotas electorales.- El año 72 comenzó con repetidos conflictos entre el gobierno y el congreso, así como con frecuentes fracasos electorales.
La visita de Fidel Castro dejó más desunidos a los chilenos. Sólo se hablaba de revolución, de enfrentamiento y de guerra civil. El país parecía estar habitado por dos pueblos distintos: los opositores, a quienes Fidel castro dejó el mote de “fascistas” y los gobiernistas o “upelientos”, cuyas filas se habían reforzado con la entrada a Chile de más de 13 mil brasileños, uruguayos, peruanos argentinos, mexicanos, bolivianos, que disfrazaban sus actividades verdaderas como funcionarios públicos, empleados de empresas nacionalizadas y profesores de las universidades. Se ha calculado que hasta fines de marzo de 1972, habían caído más de 50 víctimas en encuentros violentos producidos en campos y ciudades. Luego sobrepasarían el número de cien.
La cámara aprobó en varias ocasiones las acusaciones constitucionales contra algunos ministros; pero el presidente, en vez de eliminarlos del ministerio, los designaba como titulares de otra cartera. Este extraño proceder, que Allende aplicó como lo más natural, burlaba las facultades fiscalizadoras de las cámaras.

En la primera mitad del año 1972 el gobierno sufrió nuevas disminuciones de su poder electoral: sus candidatos fueron derrotados en dos elecciones complementarias en la región central (16 de enero). En otra elección complementaria, efectuada en el Norte Chico, el candidato de la UP resultó victorioso, pero con pérdida de muchos miles de votos sobre los resultados de la elección municipal.

Una virtual derrota para la UP fue el resultado de las elecciones en la CUT, aliada del gobierno y tradicionalmente dirigida por el PC y el PS.

Allende, en la esperanza de poner término a la división radical y dar una base más sólida a su gobierno, había designado un nuevo gabinete en el que incluyó a dos ministros del PIR, que continuaba dentro de la UP.

Sin embargo, el PIR, consciente de la gravedad de la situación económica y en desacuerdo con el gobierno respecto de un proyecto sobre las áreas de la economía, resolvió abandonar la coalición de gobierno y pasar a la oposición. Allende aceptó “con satisfacción” las renuncias de los dos ministros del citado partido.

Las áreas de la economía.- En esa época, ambos bandos trataban de demostrar sus fuerzas en la calle mediante la organización de gigantescas manifestaciones. Como Castro hubiese criticado, por reducida, la que se realizó en el Estadio Nacional para despedirlo, se quiso luego aprovechar la reunión de la UNCTAD; pero la UP no pudo ocultar su desgaste ante una oposición que cada día se presentaba más dura y más unida.

A principios de febrero, los senadores demócrata cristianos Hamilton y Fuentealba, lograron la aprobación por el congreso de una reforma constitucional que fijaba las áreas de la economía, como único medio de establecer las reglas del juego y poner fin a los resquicios legales y a los abusos que se venían cometiendo y que tan divididos traían a los chilenos (9 de febrero). Las áreas serían la estatal, la mixta y la privada, más una cuarta formada por empresas de trabajadores. Ciertas empresas pasarían al área mixta y se devolverían a sus propietarios aquellas requisadas e intervenidas por simple decreto. Allende vetó la reforma y se negó a promulgarla.

Después de latas conferencias, no hubo acuerdo entre la UP y la DC; pero Vuskovic dejó el ministerio de hacienda a Millas y pasó a dirigir la CORFO, que por obra suya se había hecho cargo de las innumerables empresas estatizadas, que sólo le significaban una pesada carga.

Avances hacia el poder popular.- En el año 1972 la revolución en marcha hizo notables progresos en lo referente a la formación del poder popular en oposición a los poderes constitucionales; pero las discrepancias doctrinarias y tácticas se acentuaron entre los partidos integrantes de la UP.

1. La CUT y la UP.- La CUT, que siempre fue dirigida por jefes gremialistas pertenecientes a los partidos comunista y socialista, mantuvo todo el tiempo una estrecha alianza con el gobierno de la UP, en cuyos gabinetes nunca faltaron representantes destacados de ella.

2. El MIR y los cordones industriales.- El MIR, cuyo jefe y fundador Luciano Cruz había sido encontrado muerto en el departamento en que vivía en la capital, a consecuencia de asfixia o intoxicación, pasó a ser dirigido por el joven médico Miguel Enríquez. Aunque no formaba parte de la UP, el MIR adquiría día a día mayor influencia en la ultra izquierda, como una fuerza netamente revolucionaria que propiciaba la guerra civil y la infiltración en las fuerzas armadas.

En este sentido, se hallaba coludido con el ala izquierda del PS, que seguía al senador Altamirano, y con la cual solía confundirse gracias al sistema de la doble militancia, que le permitía efectuar una labor de penetración en el gobierno de la UP.

El MIR, gracias a sus diversos brazos o tentáculos, comenzó entonces a intervenir en todas las actividades nacionales. Su brazo rural era el MCR; su tentáculo estudiantil era el FER, etc. Pero el más activo fue el FTR o Frente de Trabajadores Revolucionarios que, aparte de organizar tomas de industrias con fines de estatización, trataba de contrarrestar la hegemonía sindical de la CUT, para lo cual organizó los cordones industriales.

Los cordones industriales eran los sectores fabriles de Santiago, a los cuales, dirigentes miristas y socialistas armaron y disciplinaron militarmente. Formaban anillos de poder popular, capaces, llegado el momento, de aislar a los barrios, cortarles el abastecimiento e impedir la comunicación entre los cuarteles militares. En junio de 1972 existían ya los cordones “Cerrillos”, “Vicuña Mackenna” y “Macul” a los que se sumó más tarde el “Santiago-Centro”.

3. El MIR en los campos.- El MIR, mediante el MCR, superaba ya en los campos al PC y al PS. Sus grupos violentistas, empeñados en destruir el latifundio y eliminar la propia ley de reforma agraria, no sólo se tomaban los fundos sino también predios menores de 40 hectáreas regadas. Meses después comenzaba el flagelo del hambre.
Es curioso constatar que la mayor actividad del MIR y sus aliados en la ocupación de tierras comenzó en 1971 en las provincias trigueras de Cautín y maderera de Valdivia. En ella se inculcaba el odio a los propietarios descendientes de colonos alemanes llegados más de cien años atrás y se incitaba a los mapuches a recuperar las tierras que habían sido de sus antepasados.

4. El MIR en las poblaciones.- En enero de 1971, en su deseo de destruir la justicia “burguesa”, el gobierno había presentado al legislativo un proyecto de ley que creaba los tribunales vecinales o tribunales de barrio, no integrados por letrados sino por los propios vecinos. Como la mayoría parlamentaria anunciara su rechazo, la iniciativa quedó detenida.
No obstante este fracaso de la UP, el MIR, que por medio de uno de sus brazos, el FPR o frente de pobladores revolucionarios ejercía cada día mayor influencia en las poblaciones marginales (o campamentos, como se les llama ahora), decidió crear tribunales populares en ellos. La policía no era admitida en esos campamentos. Más de una vez, como ocurrió en el campamento de Lo Hermida, Allende entró en transacciones con los dirigentes poblacionales y cambió algunas autoridades socialistas y comunistas que no satisfacían al MIR.

El MIR, que ni siquiera formaba parte oficial de la combinación de gobierno, se había convertido en una fuerza ultra revolucionaria que quería arrastrar al país a la guerra civil como único medio de llegar al poder popular. A su lado, Altamirano y la izquierda socialista le prestaban su apoyo, particularmente en su labor de penetración en las fuerzas armadas.

Cónclave de la UP y conversaciones con la DC.- A menos de veinte meses de gobierno, la UP y Allende afrontaban una grave situación económica, política y social en su vía chilena hacia el socialismo.

Fue necesario, pues, efectuar un largo y secreto cónclave de los partidos de gobierno destinado a realizar una autocrítica de lo actuado, cambiar de estrategia y reestructurar el gabinete recientemente renunciado.

Las reuniones se prolongaron por más de dos semanas y en ellas hubo que reconocer la disminución de la producción de alimentos, de cobre y de productos industriales, así como la escasez de divisas, el rebrote inflacionario y la emisión incontrolada de papel moneda.
El cónclave se convirtió en el campo de batalla entre comunistas y socialistas. El PC se manifestaba afecto a la iniciación de una segunda etapa, que llamaba de “consolidación” y estaría destinada a corregir errores, mejorar los cuadros existentes y buscar el entendimiento con la DC. La radicalización del proceso vendría después.

El PS, al contrario, abogaba por el aceleramiento del sistema de “hechos consumados”; pero Allende se pronunció por la tesis comunista y buscó además un entendimiento con la DC para ver algún modo de solucionar el problema de las áreas de la economía. Nada consiguió, sin embargo, porque la gravísima situación de violencia en que se vivía había endurecido a la coalición de todos los partidos de oposición (PDC, PN, PIR y DR), agrupados en el CODE o confederación democrática.

La crisis ya había llegado. Todos los esfuerzos por limitar el déficit fiscal y la inflación eran insuficientes para impedir una escasez y una inflación de importancia desconocida en el pasado (abril de 1972).

Fue en esos días cuando la oposición celebró, tras una serie de tramitaciones, la más gigantesca manifestación antiallendista de la breve historia del régimen. Más de 300 mil participantes escucharon al senador Aylwin, presidente del Senado, como único orador del acto (12 de abril). (Martes 11, pág. 151).

El paro de octubre.- Como anticipo del colapso de la UP sobrevino el paro de octubre, que comenzó por los dueños de camiones o camioneros, sobre los cuales pesaba el peligro de la estatización de sus actividades, y por los almaceneros y los dueños de establecimientos comerciales, que “iban en vías de extinción porque las empresas estatizadas y las distribuidores también en manos del Estado no les entregaban mercadería” (Anatomía de un fracaso, pág. 129). Día tras día se fueron agregando nuevos gremios al movimiento de protesta que terminó por paralizar al país: locomoción particular, médicos, dentistas, ingenieros, profesores, sectores agrarios, medianos y pequeños industriales, estudiantes, artesanos, etc. El gobierno y los partidos marxistas se negaron a reconocer las libertades y derechos d los gremios, lanzaron a la calle sus brigadas de choque y obligaron a las emisoras a transmitir todo el día en cadena con la radio de la presidencia. Las provincias fueron declaradas en estado de emergencia y se decretó el toque de queda.

El paro, en el cual prevalecieron los elementos de clase media, duró 24 días (11 de octubre a 5 de noviembre) y fue la rebelión general contra unos mandatarios que insistían en eliminar toda actividad privada en los transportes, en el comercio y en las profesiones, como ya lo habían hecho en la tierra, en la banca, en la industria, etc. “Fue mayoritariamente empresarial y profesional”.

En el curso del paro, los gremios presentaron al gobierno el llamado pliego de Chile, en el cual, entre otras cosas, se exigía la aprobación de la reforma constitucional que fijaba las tres áreas o bien su sometimiento a un plebiscito. Allende rechazó el pliego por considerarlo una imposición de finalidades políticas, y el paro prosiguió, con el consiguiente agravamiento de la escasez, el mercado negro, los enfrentamientos a mano armada y el desorden general.

La ley de control de armas.- A raíz del asesinato de Pérez Zujovic, el senador Carmona, demócrata cristiano, había lanzado la idea de legislar sobre las armas, pues, casi a diario caían víctimas por motivos políticos. Finalmente, el congreso aprobó un proyecto estudiado debidamente por el ministerio de defensa, en el que se quitó a los intendentes la facultad de autorizar el uso de armas de fuego, se confió el control de éstas a las autoridades militares y se prohibió la existencia de milicias y grupos paramilitares.

La ley mencionada fue calificada como “el primer gran triunfo por quienes desean el imperio de la democracia en Chile”. Gracias a ella, las Fuerzas Armadas realizaron allanamientos, descubrieron campamentos guerrilleros y encontraron depósitos de armas, elementos con los cuales extremistas chilenos y extranjeros estaban organizando el ejército del poder popular.

El gabinete cívico militar.- Allende buscó una salida a la situación “mediante la designación de un gabinete ministerial en el que estuvieren representadas las Fuerzas Armadas, en las que siempre Chile ha depositado su confianza” (Durán). El gabinete tendría dos finalidades: resolver el conflicto de los gremios y asegurar elecciones libres y democráticas a principios de marzo de 1973.
En el nuevo ministerio, que presidió el general Prats, formaron parte, además, el general Huerta, el general de aviación Sepúlveda, dos representantes de la CUT y varios políticos gobiernistas. Días después, Allende partía en gira a numerosos países y el general Prats pasa a ocupar la vicepresidencia.

Comenzaron entonces cuatro meses de pausa tensa. Los descontentos volvieron a sus actividades; pero la alta burocracia del régimen insistió en tomar represalias, en nombre del principio de autoridad, contra numerosos funcionarios y obreros, lo que dificultó la labor del vicepresidente. El gabinete cívico militar no hizo uso de los ya famosos decretos de insistencia.
Pronto regresó Allende.


1973


La UP, el MIR y Allende.- En las plantas estatizadas era cada día mayor el poder del MIR, por medio del FTR. El MIR anunciaba ya una nueva alianza de izquierda, que integraban socialistas, MAPU e IC y excluía al PC y al PR, considerados meros reformistas porque opinaban que el área social debía ser formada por un menor número de empresas. El MIR amenazó con movilizar sus cordones industriales contra la Moneda, pero Allende, siguiendo su táctica de “ganar tiempo”, lo entretuvo mediante la celebración de conferencias y reuniones.

Mas, el poder popular, dirigido por Altamirano y el mirista Miguel Enríquez, sucesor de Luciano Cruz, era ya una realidad y estaba en condiciones de desbordar al gobierno de la UP. Su penetración en las fuerzas armadas venía ejerciéndose desde los tiempos de Cruz.

Se acercaban las elecciones y en los últimos días habían caído nuevas víctimas en enfrentamientos políticos.

Las elecciones parlamentarias de 1973: derrota del gobierno.- Como ocurre siempre en Chile, las elecciones se efectuaron en la mayor tranquilidad y la CODE y la UP se consideraron vencedoras: la primera porque obtuvo una fuerte y poderosa mayoría (57%), y el bando gobiernista una minoría fuerte y activa (43%). Pero la CODE no logró los dos tercios y Allende podría seguir gobernando con un parlamento adverso, aprovechando el tercio en ambas cámaras para insistir por la vía del veto.

“Al margen de porcentajes, el implacable veredicto de las urnas indicó que los vencedores de la jornada fueron, en votos, la DC y el PN; y en número de parlamentarios, éstos y sus adversarios socialistas y comunistas, en el mismo orden”. “Por otra parte, la crisis económica se agravaba peligrosamente y dentro de la UP proseguía el desacuerdo sobre lo referente al área social entre las corrientes “revolucionarias” y “reformistas”. El MIR, desde el lado de afuera, calificaba de figuras centrales del “reformismo pequeño burgués” a Allende y los ministros Prats y Millas. En cuanto al izquierdista MAPU, a pesar de su pequeñez, acababa de dividirse entre revolucionarios y reformistas.

Allende, viendo a la UP en minoría y al país en crisis, trató de entenderse con la DC separándola del CODE, a objeto de poder realizar en alguna forma la creación legal de un área social aceptable para la mayoría del país.

La DC descartó de plano todo acercamiento con la UP, a tiempo que hechos violentos ocurridos en la comuna de La Reina causaban la muerte de dos militantes del partido.

Finalmente, no tardó en descubrirse que las recientes elecciones fueron viciadas por dobles inscripciones, votos de difuntos y otros medios ilegítimos, como no se veía en Chile desde hacía medio siglo. Se ha calculado que los votos falsos pasaban de 200.000.

A fines de marzo, Allende reemplazó al gabinete cívico-militar por otro integrado totalmente por civiles. Salieron los militares y entraron los socialistas.

Ministerio “allendista” y nacionalizaciones.- De acuerdo con el sistema de “cuoteo” entre los partidos de la UP, Allende se había visto obligado hasta entonces a aceptar como ministros a personas que, en nombre del pluralismo, le eran impuestas por las diversas agrupaciones políticas de gobierno. Ahora, haciendo uso de sus prerrogativas constitucionales, designó libremente a sus secretarios de Estado, escogiéndolos en los partidos de entre aquellos que consideró de su exclusiva confianza. Así formó el que alguien llamó gabinete allendista (27 de marzo).

De esta suerte, sus ministros no solicitarían orden de partido antes de actuar y dependerían exclusivamente, como lo manda la constitución, del jefe del Estado. Desgraciadamente, también por el cuoteo, los mandos medios se habían habituado a no obedecer órdenes de ministros u otros altos dignatarios pertenecientes a partidos que no fueran el suyo. Esto había ocurrido anteriormente hasta a los propios ministros militares.

Como el programa de la UP no había sido modificado en lo más mínimo, el gobierno prosiguió en su labor de nacionalización. Mediante un decreto de insistencia se requisaron cincuenta empresas que estaban intervenidas, pero ilegalmente, porque la Contraloría se había negado a tomar razón de los decretos de la Dirinco (Hernández Parker). Poco después, se propuso agregar a la lista otras 44 empresas, lo que dejaría en poder del Estado la totalidad de la producción industrial del país, incluyendo la Papelera, que se venía defendiendo desde los comienzos del gobierno de la UP. Por lo demás, por un artículo transitorio, el gobierno proponía “pasar al área de propiedad social todas las empresas intervenidas o requisadas (por resquicios legales) al 30 de abril último. Es decir, desea que por ley se establezca que todos los actos ilegales cometidos sean declarados válidos y sujetos a derecho” (Sepúlveda Vergara).

Y esto en circunstancias que el mal manejo de las empresas por los interventores estatales estaba dejando enormes pérdidas que debían ser cubiertas por emisiones inorgánicas del Banco Central.

Las relaciones entre los poderes.- Desde un comienzo la UP y el presidente hicieron caso omiso de la constitucionalidad y de los compromisos contraídos con la DC para lograr ser gobierno. Sin embargo, frente a las demás naciones supieron mantener una fachada democrática y una activa propaganda que fue en todas partes creída.

1. Declaraciones de la Corte Suprema.- En diversas oportunidades, el más alto tribunal de justicia representó al ejecutivo “el desobedecimiento de sus resoluciones por los funcionarios o carabineros llamados a respetarlas o cumplirlas”, lo que “conduce a una crisis del estado de derecho que este tribunal no puede silenciar” (mayo de 1973). Nuevos desmanes contra el poder judicial obligaron al tribunal a representarle que ya no se trataba de “una crisis del estado de derecho... sino de una perentoria o inminente quiebra de la juridicidad del país” (28 de mayo de 1973).

2. Declaraciones de la Cámara de Diputados.- En agosto del mismo año, la Cámara de Diputados, por 81 votos contra 47, acordó “representar al señor presidente de la república y a los señores ministros de Estado, miembros de las fuerzas armadas y del cuerpo de carabineros, el grave quebrantamiento del orden constitucional y legal de la república”, etc. Enseguida se enumeran las múltiples ilegalidades y atropellos de que ha sido víctima el poder legislativo y la formación de un poder paralelo a él que legislaba por decretos de insistencia y resoluciones administrativas fundadas en resquicios legales; el desconocimiento de su función constituyente al no promulgar la reforma constitucional sobre las tres áreas y la burla que significaba designar nuevamente a los ministros destituidos por el parlamento en cumplimiento de su función constitucional. Entre otros tópicos, el Congreso deja en claro las violaciones sistemáticas a los dictámenes de la Contraloría, los ataques a la libertad de expresión, las repetidas violaciones al derecho de propiedad, la creación de organismos ilegales para configurar el llamado poder popular, etc.

A lo anterior puede sumarse el oficio del consejo general del colegio de abogados enviado al presidente de la república el 28 de septiembre de 1972 referente a “los problemas que perturban la acción de los tribunales y la defensa a cargo de los abogados”, los que “se han venido agravando” al obstaculizar el debido desempeño de la tarea judicial y de la abogacía” (Algunos fundamentos de la intervención militar en Chile. Septiembre, 1973).

Empeora la situación.- La hermosa república democrática, pluralista, libertaria y socialista que se daba a conocer por medio de una poderosa propaganda en el mundo entero, no pasaba de ser una fachada tras la cual los chilenos sufrían la escasez, la inflación, el mercado negro, la tiranía burocrática y partidista, a la vez que por todos los medios se difundían el odio y la lucha de clases.
La numerosa clase media del país, así como una parte importante del proletariado estaban en la oposición. En igual actitud se hallaban los socialistas democráticos, alarmados con las demasías marxistas y miristas.

La situación se complicó cada vez más con acusaciones constitucionales contra ministros, con la no-promulgación de una reforma constitucional que declaraba inexpropiables los predios de menos de 40 hectáreas, y con la sublevación de un cuerpo de blindados.

Sublevación de los blindados y ministro civil de “pacificación”.- Después de una tensa semana, una unidad de blindados o tanques de Santiago se sublevó contra el gobierno y atacó la Moneda y el ministerio de defensa, causando víctimas entre civiles y uniformados. El movimiento, cuyas finalidades eran confusas, fue dominado en la misma mañana por el general Prats y las propias fuerzas armadas (20 de junio). Los cordones industriales no se hicieron presentes; pero Allende, hablando por radio, llamó al pueblo a tomar las industrias y todas las empresas, las que quedaron bajo el control de la CUT. Ello elevó a 526 las industrias a cargo de interventores. El Congreso rechazó la petición de estado de sitio. Se temía el golpe militar y el comienzo de la guerra civil, a menos que las fuerzas armadas entraran como institución al gobierno de la UP.

La idea de este gabinete cívico-militar que asegurara la estabilidad del gobierno y diera garantías a la oposición, no prosperó. Allende tuvo que optar por un gabinete civil cuya misión sería pacificar al país, manteniendo buenas relaciones con las fuerzas armadas y en los sectores de oposición. Sus miembros fueron, en general, izquierdistas moderados; entre ellos, el ministro del interior, el socialista Briones, cuya posición iba a ser muy difícil, pues Altamirano y los termocéfalos incitaban a la tropa a desobedecer a sus jefes, mientras los comunistas armonizaban con los miristas en lo de los cordones industriales, llamados ahora “cuarteles para el pueblo”.

El paro de julio y agosto.- A las tres semanas de jurar el nuevo gabinete, la situación había alcanzado a hacerse insostenible en todos los aspectos: tentativa del gobierno de imponer la ENU o Escuela Nacional Unificada, destinada a adoctrinar en el marxismo a la niñez y a la juventud; nuevos encuentros de armas y de campamentos guerrilleros; las bandas extremistas se adueñan de las calles; el país queda al borde del hambre y los barcos que traían alimentos del exterior hacen estrechos los puertos de Valparaíso y San Antonio. Es asesinado en una oscura asonada el propio edecán naval de Allende.

Al mismo tiempo, estallaba la huelga del mineral de El Teniente. Sus peticiones eran rechazadas por el gobierno y la CUT, la cual, después de predicar el paro y la huelga durante largos años y contra todos los gobiernos, sostenía ahora que constituían un verdadero crimen contra un régimen socialista en el cual los propios trabajadores eran los dueños de las empresas...

A la huelga hay que sumar un nuevo conflicto de los transportistas, por no habérseles cumplido los acuerdos que originaron el gran paro del año 72. Agobiada la opinión pública con tanto abuso, con tanta amenaza a sus vidas, humillada con racionamientos ilegales y discriminatorios y expoliada por el mercado negro dirigido y organizado por los partidos de gobierno, el gremio del rodado, los colegios profesionales, el comercio, amplios círculos de artesanos, obreros y hombres de trabajo, aún no tiranizados por consignas foráneas, se unieron para protestar con la única arma que tenían en sus manos: la paralización del país.

El paro de 1973 fue mucho más profundo que el de 1972 y precipitó los acontecimientos.
Ante una situación que seguía agravándose, Allende inició un diálogo con la DC, con la intención de ganar tiempo mientras podía dar el golpe de Estado que le permitiría establecer la república popular democrática de Chile. Aylwin, presidente de la DC, dió por terminadas las conversaciones que Allende quería prolongar indefinidamente (6 de agosto).

Últimos gabinetes de Allende.- Como una “última oportunidad” Allende organizó un gabinete formado por personeros del gobierno marxista, los tres comandantes en jefe de las fuerzas armadas y el director general del cuerpo de carabineros. Ministro de Defensa fue el general Prats.

Pero la situación se hizo cada vez más tensa y con intervalo de pocos días hubieron de retirarse los ministros que pertenecían a las fuerzas armadas. La verdad es que desde tiempo atrás se acusaba a Prats de demostrarse demasiado inclinado a la UP.

El presidente, para seguir ganando tiempo, creyó posible continuar el diálogo con la DC. Para ello organizó un nuevo gabinete, que iba a ser el último de su accidentado gobierno.

Pero el desabastecimiento, las colas y el mercado negro no eran terreno propicio para solucionar los numerosos problemas que se habían ido acumulando. El costo de la vida subió en menos de tres años en 705%; se calculaba una inflación del 500% para el año 73; se emitía dinero en cantidades fabulosas, principalmente para cubrir el déficit que dejaba la mala administración de las empresas del área social.

Poder femenino e infiltración marxista.- En la insistencia a la imposición de un régimen marxista y totalitario se distinguió la mujer. Su acción comenzó, como se ha visto, con la marcha de las cacerolas. Siguió más tarde durante la gran huelga, encabezada por las huelgas de los camioneros y de los mineros de El Teniente. Finalmente, el llamado poder femenino fue movilizado, a raíz de la caída del anterior gabinete, por las esposas de los oficiales de carabineros, ejército, marina y aviación, que sufría también de privaciones y angustias, a la vez que trataban de evitar se culpara a las Fuerzas Armadas de lo que estaba ocurriendo.

Pero, también desde tiempo atrás, se gestaba, de acuerdo con las doctrinas del MIR y la acción de éste, del MAPU y del PS, una infiltración en las fuerzas armadas.

Sus cabecillas eran, como ellos mismos lo proclamaban, el socialista Altamirano, el mirista Miguel Enríquez y el mapucista Garretón; pero lo servicios de inteligencia detectaron oportunamente todos los detalles de un vasto movimiento que se extendía a la escuadra y demás ramas de la defensa nacional y que tenía por finalidad apoderarse de los barcos de guerra y de los cuarteles, asesinando, si se oponían a ello, a jefes y oficiales.

Hacia el autogolpe.- Allende ya no pensaba en el socialismo a la chilena. Engañado por sus consejeros, creía tener la situación “en un puño” y estaba decidido a imponer la dictadura del “poder popular” que el país, arruinado y amargado, resistía con entereza y sin perder la esperanza en la acción salvadora de las fuerzas armadas. La oposición era una gran multitud desarmada frente al sector de ultra izquierda, formado por extranjeros y chilenos organizados militarmente, listos para dar, de acuerdo con Allende, el golpe final.

Todo dependía de quién actuara primero. Acusando de sediciosa a la oposición, los ultra de la UP y del MIR trataban de anticiparse y de “golpear contra el golpe”, como dijo Altamirano cuando en un discurso reconoció haber intentado infiltrar células en la armada.

Mas, el SIM o Servicio de Inteligencia Militar, estaba al tanto de todo, pues había detectado oportunamente “los planes que los extremistas pensaban poner en ejecución el día 17 de septiembre”, pues Allende demoró hasta el último momento las órdenes para poner en marcha los preparativos de los actos de las fiestas patrias, entre ellos la parada militar preparatoria, la cual sólo podría efectuarse el 17 de septiembre, esto es, sólo dos días antes del tradicional desfile militar del 19, día consagrado a las glorias del ejército.

El día 17, unos 13.000 hombres bien armados, entrenados y decididos, de todas las nacionalidades, atacarían de improviso a las tropas mientras desfilaban en el Parque, desarticulándolas y dando muerte a sus jefes y oficiales. En la noche de ese mismo día, los extremistas asesinarían a los civiles adversarios del régimen. “Semejante exterminio masivo era el llamado Plan Zeta”, en cuya gestación y puesta en marcha tuvieron papel decisivo un ministro de Fidel Castro y el jefe de su policía secreta.

Tomás Moro y El Cañaveral.- Entretanto, la Fuerza Aérea, en cumplimiento de la ley sobre control de armas, en una operación en la industria ex Sumar pudo observar que, “en ese momento, cerca de 500 individuos acudieron al lugar, vistiendo trajes oscuros, calzando zapatillas, descolgándose de muros y pretendiendo rodear a las tropas” (Revista Ercilla N° 1,991). Día tras día, la situación se hacía más peligrosa.

Arsenales nutridos había en La Moneda y en Tomás Moro. Esta residencia, así como El Cañaveral, en la precordillera, no sólo eran lugares de entretenimiento presidencial, sino centro de guerrillas dotados de las más modernas armas automáticas, introducidas ilegalmente al país. Se calculaba que la UP disponía de unos 40.000 combatientes debidamente militarizados, para dar el golpe el 17 de septiembre en todos los lugares donde se realizarían paradas militares preparatorias.

El 11 de septiembre.- A los hombres de armas ya no les quedaba otro camino, después de sujetarse mucho tiempo, que intervenir para poner término al caos en que se hallaba sumido el país. El 9 de septiembre, las fuerzas de mar, tierra y aire acordaron adelantarse al golpe que contra ellas tenía preparado el gobierno. El cuerpo de carabineros se plegó al movimiento el día 10.

A las 7 dela mañana del martes 11 supo Allende que Valparaíso estaba controlado militarmente y que los barcos de guerra, que habían zarpado del cuerpo a participar en la operación Unitas, regresaron a él en la noche y se situaron frente a la costa. Poco más tarde en la capital, los comandos aéreos, militares y de carabineros se ponían en acción, clausurando radios y rodeando finalmente La Moneda con tanques, infantería y carabineros.

Mandaba ya la Junta Militar de Gobierno, integrada por los tres comandantes en jefe y el general director del Cuerpo de Carabineros. Su sede se hallaba en el Ministerio de defensa y sus bandos eran transmitidos a todo Chile por una cadena de radios.

Allende, que había logrado trasladarse muy temprano de Tomás Moro a La Moneda, alcanzó a decir, a través de una radio, que no renunciaría y ofrendaría su vida por la causa. Cubierto de casco y armado de una metralleta que le había regalado Fidel Castro, estaba dispuesto a resistir al frente de sus GAP, pero la Junta exigía la rendición incondicional y amenazaba con el bombardeo si se prolongaba la resistencia. Numerosos francotiradores de la UP, parapetados en los grandes edificios que rodean al Palacio de Gobierno, sostenían un nutrido fuego con la tropa.

Al mediodía, dos aparatos Hawker Hunter volaron dos veces sobre La Moneda y en una tercera iniciaron el bombardeo sobre la fachada norte del edificio, de la cual salieron llamas y columnas de humo.

Las mujeres habían sido evacuadas poco antes por orden de Allende; pero en La Moneda permanecían aún gran cantidad de hombres. Allende aceptó, finalmente, rendir el palacio, por lo que “un vehículo blindado fue enviado hacia La Moneda con el fin de sacar al presidente. Sin embargo, cuando el carro estaba frente a la puerta de Morandé 80, se inició un fuego cruzado desde las oficinas del Ministerio de Obras Públicas. La escalera que conduce desde del 2° piso del palacio a la puerta de salida estaba repleta de funcionarios esperando una tregua. Ésta no se produjo: el tiroteo intenso modificó los planes de Allende. Originalmente, él debía cerrar la fila de rendidos. Después, al ver que la puerta de Morandé 80 era batida por las ametralladoras de los extremistas, regresó a la que fue su última oficina y comando de resistencia: el Salón de la Independencia”.

“En este recinto, tomó la metralleta soviética –con la inscripción: “A Salvador, de su compañero de armas, Fidel Castro” –, colocando el cañón bajo su barbilla. Luego, apretó el gatillo”. Entre los que iban a abandonar La Moneda se hallaba el médico Patricio Guijón, el que, al sentir los balazos, volvió en busca de Allende, constatando su muerte”.

Con la toma de La Moneda y otros encuentros menores producidos en barrios de Santiago, todo el país, incluso la conflictiva provincia de Concepción, foco del MIR, acató la autoridad del nuevo gobierno, que contaba con el poder judicial, la Contraloría, la mayoría del poder legislativo y casi la totalidad de los chilenos, para quienes los procedimientos de la UP habían pasado a ser una intolerable pesadilla. El movimiento militar había evitado, por lo demás, una sangrienta guerra civil que habría causado centenares de miles de víctimas.

La Junta de Gobierno.- Formaron la Junta el general de ejército Augusto Pinochet Ugarte, el almirante José Toribio Merino Castro, el general de aviación Gustavo Leigh Guzmán y el general de carabineros César Mendoza Durán, todos ellos comandantes en jefe de sus respectivas ramas de las fuerzas armadas. Presidente de la Junta fue el general Pinochet.
En los primeros momentos, la Junta gobernó desde el Ministerio de Defensa y la Escuela Militar; pero pronto trasladó su sede, con el Ministerio del Interior y la Secretaría General de Gobierno, al edificio de la UNCTAD, que pasó a llamarse Diego Portales, en recuerdo del gran estadista.
Al segundo día de su constitución, la Junta resumió en uno de sus bandos las causas que motivaron el movimiento militar. En él se señala que las fuerzas armadas “han asumido el deber moral que la Patria les impone de destituir al gobierno que, aunque inicialmente legítimo, ha caído en la ilegalidad flagrante, asumiendo el poder por el solo lapso en que las circunstancias lo exijan, apoyadas en la evidencia del sentir d la gran mayoría nacional, lo cual, de por sí, ante Dios y ante la historia, hace justo su actuar” (Bando N° 5).

Días después, el general Pinochet decía: “La decisión que tomamos con profundo dolor emana de nuestra responsabilidad por los destinos de la Patria, por el pueblo, por las personas que estaban sufriendo. Lo hicimos para evitar daños mayores y por causa de los graves desaciertos y tensiones que habían arruinado al país”.

El almirante Merino declaró: “Tal vez sea triste que se haya quebrado una tradición democrática que en este continente era larga. Pero, cuando el Estado pierde sus calidades, vienen aquellos que por mandato deben mantener su vigencia al asumir ese cargo”.

El general Leigh se refirió en esos momentos a la “triste y dolorosa misión” que hubo que acometer después “de tres años de soportar el cáncer marxista que nos llevó a un descalabro económico, moral y social que no se podía seguir tolerando por los sagrados intereses de la Patria”.

El general Mendoza explicó que la misión del Cuerpo de Carabineros, “en este momento supremo de la decisión, es restablecer el orden jurídico que últimamente estuvo seriamente quebrantado”.

En la imposibilidad de someterse al procedimiento ordinario para la dictación de las leyes, por un decreto ley la Junta disolvió el Congreso Nacional (24 de septiembre). A ella le corresponde ejercer los poderes ejecutivo, constituyente y legislativo, manteniendo el poder judicial las funciones y la independencia que le encarga la constitución. Las municipalidades cesaron en sus funciones, siendo los alcaldes designados por la Junta. A la CUT o Central Única de Trabajadores, que se había transformado en un organismo de carácter político, se le canceló la personalidad jurídica. A los partidos marxistas (comunista, socialista, unión socialista popular, MAPU, radical, izquierda cristiana) se les prohibió, considerándoseles asociaciones ilícitas. A los demás partidos se les declaró en receso (11 de octubre). Vistos los fraudes electorales cometidos en la última elección parlamentaria, se declaró la caducidad de los registros electorales así como su inutilización, a la vez que se suprimió el proceso de inscripciones electorales.

El territorio nacional fue declarado en estado de sitio, entendido como “estado o tiempo de guerra” para los efectos de la aplicación de la penalidad de ese tiempo que establece el Código de Justicia Militar y demás leyes penales y, en general, para todos los demás efectos de dicha legislación” (Decreto Ley N° 5). Esto se hacía tanto más necesario cuanto que los desplazados del gobierno que no huyeron del país ni alcanzaron a refugiarse en las embajadas, no cesaban de cometer atentados contra las fuerzas armadas y la población en general.

La misión de la Junta.- Es bien difícil sintetizar en pocas palabras la inmensa labor que pesó sobre la Junta de Gobierno después de los tres años de fracaso de la UP y de los varios decenios en que, a pesar de los mandatarios, se fueron arraigando en el país las malas prácticas ya indicadas.

La misión de la Junta era sacar al país del estado de ruina y decadencia moral, política, económica y social en que lo encontró. Ello no significó una vuelta al pasado, sino la realización de todas aquellas reformas que se hacían indispensables, sobre todo después del cúmulo de ensayos realizados en la tierra, en la legislación social, en la educación, en la economía, etc.

Nota final.- El gobierno de la UP se quejó insistentemente de una agresión financiera internacional. Sin embargo, pidió y recibió créditos a largo plazo en todas las capitales del mundo. El 75% de tales créditos fueron obtenidos en el área occidental, incluyendo América Latina, Francia, España, etc. Los menos se consiguieron en países socialistas. Todo ello elevó la deuda externa en 822 millones de dólares en 34 meses:


1970 2.632
1973 3.454
–––––
Aumento 822


En cuanto a la renegociación de la deuda externa, el propio ministro Millas declaró su satisfacción por el resultado de las negociaciones con bancos norteamericanos, europeos, japoneses (enero a abril de 1972), y también con los miembros del Club de París (abril de 1972).
Si al endeudamiento en 822 millones de dólares “se agregan los 180 millones de dólares por compromisos sin cumplir, resulta que, en total, el gobierno que presidió el señor Allende endeudó a Chile en más de mil millones de dólares, esto es, un millón por día de gobierno” (Alberto Baltra).

Durante el gobierno de la UP se produjo un constante descenso de la inversión, debido, en el sector privado, a la falta de confianza originada por las ocupaciones ilegales de empresas y predios. Como se dijo en Moscú, sus dueños fueron “asustados por actos irresponsables de la ultra izquierda” (octubre de 1972); por lo demás, el gobierno no contenía a la ultra izquierda y se negaba a definir el área de propiedad privada para poder continuar con las ocupaciones ilegales que iban a engrosar el área estatal.

FUENTE: MANUAL DE HISTORIA DE CHILE, Francisco Frías Valenzuela.