martes, 17 de julio de 2012

El "otro" Allende, en polémico libro.

Por: Víctor Farías (*)
Columnista de Ambito Financiero



Hace algunos años recibimos mi esposa y yo una hermosa invitación.
Simon Wiesenthal, que sabía de mis libros sobre Heidegger y el nazismo, nos invitaba a la ceremonia en que el entonces canciller Kohl le iba a hacer entrega de la más alta orden que concede la República Federal de Alemania. La ceremonia fue grata y sobria, pero lo que me sorprendió fue que al ir a saludarlo, Wiesenthal me dijo: «Gracias, pero quisiera verlo mañana de todas maneras».

Al día siguiente tuve una de las más interesantes conversaciones que me ha regalado la vida. Hacia las primeras horas de la tarde tuvieron que separarnos porque no cesaba la larga hilera de temas llenos de tensión y enigma: Mengele, los sirios, los militares argentinos, Eichmann, Perón, la Colonia Dignidad de Chile y docenas más. Pero como el hambre y los planes domésticos lo vencen todo, tuvimos que separarnos. Hacia el final, me detuvo tomándome del brazo y me dijo: «Mire, una de las cosas más importantes que tenía que preguntarle es la siguiente»; y me la espetó sin ambages: «¿Quién era realmente Salvador Allende?». Le contesté bromeando, como acostumbramos los chilenos: «¡Don Simon, pero si eso ha salido en todos los periódicos!».

«No», me replicó, «se trata de una historia muy lamentable y que me cuesta aceptar. Hace años, en el contexto de un juicio en Alemania sobre Walter Rauff, se supo que éste, como lugarteniente de Eichmann, había inventado los camiones para exterminar judíos, en los que el gas se desviaba hacia el interior del vehículo. Pese a ello, y argumentando que tales delitos ya estaban prescritos en Chile, el gobierno derechista de Jorge Alessandri se negó en 1963 a entregar a Rauff, quien vivía en el país desde los años '50 y era un riquísimo empresario. Por eso preferí esperar hasta que los vientos de la política se hiciesen más favorables. Creí que ello había sucedido al llegar Allende al gobierno en 1970, pues era de esperar que un socialista y revolucionario como él hiciera las cosas mejor. Fui a la Embajada de Chile en Viena y entregué una carta dirigida al presidente Salvador Allende y a su ministro Clodomiro Almeida. La respuesta que recibí me dejó tan sorprendido como anonadado. Era distante y fría, burocrática: increíble. Por eso, don Víctor, como conozco su capacidad para buscar y encontrar cosas, le cuento que he perdido de vista ambas cartas y le estaría muy reconocido si las encontrara». Me costó más de tres años, pero acabé hallándolas. La respuesta de Allende era, en efecto, vergonzosa y absolutamente contradictoria con la imagen construida ad usum de las socialdemocracias y sus adláteres. Pero constituía, a la vez, un documento emblemático para ilustrar la lamentable ambigüedad de Chile frente a los nazis. Como entonces yo estaba publicando el primer volumen de mi obra «Los nazis en Chile», decidí incluir, con un breve comentario introductorio, las dos cartas.

En Chile, el escándalo fue mayúsculo. Personajes de la más estricta observancia allendista, incluso su hija, alzaron la voz para acusarme poco menos que de un crimen. Se dijo que el prócer no podía ir contra el dictamen de la Corte Suprema de Justicia, que no podía usar resquicios legales para imponer su voluntad y que se trataba de una «cosa juzgada», irreversible por tanto. En aquel entonces, el gobierno de Allende ya había estatalizado todos los bancos, impuesto una reforma agraria con muchos dejos de despojo y estaba a punto de poner en cuestión el conjunto de la legalidad chilena. Más allá de todo ello, lo que le pedía Simon Wiesenthal era otra cosa. Le pedía hacer uso de una atribución que él tenía como todos los mandatarios del mundo: la de expulsar del país a todo ciudadano extranjero que pusiera en peligro la seguridad y el prestigio del país. Wiesenthal puso sobre el escritorio de Allende los protocolos en que describía lo que ocurría dentro de los camiones con los judíos encerrados: cómo los cadáveres se reventaban y cómo Rauff amonestaba incluso a los SS porque se causaba de tal modo un «dolor innecesario» a las víctimas y «aumentaba demasiado el costo de gasolina al hacerse uso indiscriminado del acelerador». Ahora bien, como en Chile la reacción fue tan violenta como unánime, sólo cabía una pregunta: ¿dónde está la explicación de estos hechos aparentemente tan desconcertantes? ¿Existen antecedentes que desmientan o confirmen las sospechas?

• Memoria 


Como los caminos largos empiezan por el primer paso, al cabo de aventuradas búsquedas y desplazamientos in situ, encontré en los polvorientos archivos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile la memoria escrita y presentada por Salvador Allende en 1933 para graduarse de médico cirujano. La sorpresa fue gigantesca y me dejó buen tiempo sin dormir. Allende afirmaba en su tesis que la delincuencia es de origen genético y que delincuentes, como por ejemplo los homosexuales, deben ser tratados quirúrgicamente para ser recuperados. Para «convertirlos en seres morales» sería conveniente abrirles huecos en el vientre con objeto de introducirles trozos de testículos. También daría «resultados maravillosos» usar rayos para extirpar el timo a los encarcelados. De esta forma, los homosexuales podrían recuperar la moralidad.

Peor aun: también esta tesis, titulada « Higiene mental y delincuencia», afirmaba que la raza es una causa de conductas delictivas constantes: los judíos, afirmaba Allende, están genéticamente predeterminados a delitos como falsedad, la usura, la mentira. Los españoles y los italianos del sur son, por su permeabilidad al clima intenso, seres incapaces de conseguir un estatuto moral normal.

El escrito aún depara más sorpresas. Una de ellas me resultó inolvidable: Allende afirma que, aunque los revolucionarios son seres aparentemente normales, se trata, en realidad, de enfermos mentales muy peligrosos que pueden inducir a los pueblos a revoluciones que él califica de «delito colectivo».

Si hay algo que caracteriza al ser humano son los errores de juventud. Por eso quise creer en primera instancia que esta tesis constituía algo así como un escrito tragicómico. Pero la vida es muy terca, y a veces la juventud constituye el inicio de cosas aun peores, si cabe. Resulta que buscando y buscando vine a encontrarme con una sorpresa mayor todavía. En 1939, al acceder al poder en Chile el gobierno del Frente Popular, Allende ocupó la cartera de Ministro de Salubridad y lanzó un inaudito proyecto legislativo con medidas de carácter eugenésico. Dicho proyecto legislativo no alcanzó a llegar al Parlamento. Pero Allende sí llegaría, bastantes años después, a la presidencia de Chile, a la de este país que tiene absoluto derecho a conocer la verdad histórica. ¿Cómo es posible que Salvador Allende se negara a entregar al culpable de la muerte de cientos de miles de judíos y víctimas del terror nazi? Que 3.000 chilenos hayan sido víctimas de manos asesinas no justifica el mutismo de la izquierda.

(*) Autor de «Salvador Allende: contra los judíos, los homosexuales y otros 'degenerados'».

Salvador Allende, Nazismo y Antisemitismo.


Publicado el 25-04-2005, Por José Miguel Huerta (*)

Desde hace mucho tiempo me he planteado interrogantes respecto a la posición del ex Presidente Salvador Allende respecto del nazismo y el antisemitismo. Me he preguntado el porqué durante el gobierno de la Unidad Popular no se tomaron acciones concretas para investigar lo que ocurría en la Colonia Dignidad, dado que desde mucho antes de esos años se decía que en ese enclave alemán se podrían ocultar nazis perseguidos por la justicia internacional. Por otro lado, por razones de trabajo tuve la oportunidad de conocer a un hijo del conocido genocida nazi Walter Rauff refugiado en Chile, razón por la que mi curiosidad me llevó a investigar sobre el tema y cerciorarme de que Rauff (padre) fue el inventor de las cámaras de gases móviles. Esto es, camiones con el tubo de escape de gases hacia el interior de la carrocería hermética donde se transportaban judíos. Se decía que era una forma “barata y práctica” de eliminarlos. ¡Ciertamente impactante!

  Lo notable de este asunto es que durante el gobierno de Allende, el conocido cazador de nazis Simón Wiesenthal, solicitó al entonces Presidente Allende la deportación de Rauff mediante una carta, la cual se publica en el libro del historiador e investigador chileno, Víctor Farías, “Los nazis en Chile”. Rebela posteriormente Wiesenthal que recibió de Allende una carta de “una frialdad y de una distancia incomprensible”.

  ¿Protegió Allende a un genocida nazi? Consideremos que por la vía del decreto administrativo de expulsión, pudo entregar a un Rauff ya condenado por la justicia internacional .

En relación con el tema, tan en boga, de la Colonia Dignidad, en entrevista que da Farías a El Mercurio de Valparaíso, señala enfáticamente: “Para mi es claro que si el Gobierno de Allende hubiese sido consecuente con su ideología, la Colonia Dignidad no hubiese existido”.

  Por otro lado, se discute si el segundo apellido de Salvador Allende, Gossens, es de origen belga o judío-belga, asunto que no tendría ninguna relevancia, a no ser por la publicación del mismo autor referido anteriormente, Víctor Farías,titulada: “Salvador Allende, Antisemitismo y Eutanasia”, la cual resulta ser sorprendente.   En efecto, Farías investigador reconocidamente serio- desarrolla esta temática y hace revelaciones inéditas que ciertamente encenderán la polémica.

Entre otras narra que, no sin dificultad, logró dar con la Memoria con que Allende se tituló de médico en 1933, titulada “Higiene Mental y Delincuencia”. En ella Allende se muestra en una posición muy cercana a la del nacional socialismo alemán cuando afirma que una de las causas naturales de la delincuencia es la “raza”.
En efecto, el joven Allende afirma que los hebreos se caracterizan por determinadas formas de delito: “Estafa, falsedad, calumnia y, sobre todo, la usura…(…) Estos datos hacen sospechar que la raza influye en la delincuencia” (Página 112 del citado documento). Vale decir, Allende sostenía que los judíos estarían predeterminados a delinquir. Adjudica también estas características genéticas a gitanos y árabes.
 
Más curioso aún resulta descubrir que Allende en su Memoria también analiza los “delitos colectivos” y califica a la  revolución como “un delito colectivo patológico” y a los revolucionarios como “Psicópatas peligrosos, tanto más, cuanto los movimientos masivos y violentos que él genera provocan locuras colectivas peligrosamente contagiosas" ¿?. También señala: “..se ha observado que estos fenómenos colectivos tienen caracteres epidemiológicos.

Considerando que Allende siempre se consideró asimismo como un “revolucionario”, el párrafo anterior delata una inconsistencia que asombra al más cándido.

Farías también descubre la sorprendente política de salubridad pública propuesta por Allende, siendo Ministro de Salubridad del Presidente Aguirre Cerda en el sentido de “esterilizar” a los “alienados mentales”y ejemplifica con los esquizofrénicos (dementes precoces); los maníaco depresivos y para los enfermos de epilepsia esencial, mal de Huntington, idicia, locura mental constitucional y los alcohólicos crónicos. Todas estas proposiciones, afirma Farías, rebelan la existencia de “increíbles analogías entre el proyecto nazi y el de Salvador Allende.

  La Memoria de título aludida no fue un documento fácil de conseguir, apunta Farías. En primera instancia la consiguió trunca en una librería de libros viejos. Posteriormente la solicitó a la Universidad de Chile, donde se informó que había sido entregada a la Fundación Salvador Allende”. Supuso las dificultades que le pondrían en dicha fundación y finalmente logró que alguien, clandestinamente,se la fotocopiara.

  Al consultársele al autor si hubiere alguna retractación publica posterior de Allende sobre estas materias, afirma que no, que sólo hubo ocultamiento.

Cuenta también Farías que no le fue fácil publicar su libro, ya que a pesar de críticas positivas en algunas editoriales, se lo rechazaron por “impublicable”, confirmando que la figura de Allende es un ícono casi intocable. Finalmente fue publicado por Editorial Maye.

En la misma dirección del texto comentado apunta un tercer ejemplo. Efectivamente, también sorprenden algunos párrafos de la publicación “La realidad Médico-Social Chilena”, del año 1939 y cuyo autor el mismísimo Salvador Allende en su calidad de Ministro de Salubridad. En ella expresa ideas tales como: “ La herencia alcohólica determinada por la influencia del tóxico en las células sexuales de ambos padres, o uno de ellos, se distingue, desde el punto de vista de los caracteres físicos, por diversos tipos de distrofias y aún monstruosidades. Como caracteres mentales de ella hay que anotar: el retardo mental, la idiotez, debilidad moral, propensión a la neurosis (histeria, epilepsia, dipsomanía, etc.)” El diagnóstico anteriorno llamaría tanto la atención sino fuera porque en la parte final de su trabajo y como proposición de medidas legislativas correctivas, el Dr. Allende sugiere “la esterilización de los alienados”.

  Ante una pregunta de un periodista sobre su obra, Farías responde como sigue: ¿Qué opinión tiene usted del revuelo causado en Chile por su libro?

Veo que ha habido una recepción bastante fuerte del libro, lo que me alegra porque la finalidad de los estudios científicos es siempre promover una revisión de conceptos tradicionales y crear curiosidad en la gente, especialmente en la juventud, para que se interese por los problemas de la historia y la política.

 Así, con autores e investigadores de la talla de Farías, que van escarbando en el tiempo y desenterrando la historia, se van descubriendo a la luz algunas verdades históricas, voluntaria o involuntariamente ocultas, pero que en definitiva, dan la necesaria claridad para que la opinión pública y las generaciones futuras puedan formarse un juicio realmente objetivo e informado sobre uno de los íconos sagrados del socialismo marxista.

(*) José Miguel Huerta Marín, fue dirigente sindical de la banca. Se dedica a escribir y recopilar historia de Chile y de su zona natal, Victoria.    El interés por la literatura y por la historia brota desde muy niño. Escribe un libro con relatos y comentarios de diferentes hechos históricos desde la conquista hasta nuestros días.    Fue colaborador del periódico Las Noticias de Victoria y del Diario Austral de Temuco.    Los artículos aportados a Lanalhue Noticias también pueden ser leídos en su blog www.josemiguelhuerta.blogspot.com

En Chile: Salvador Allende: Antisemitismo y eutanasia (2005), de Víctor Farías Soto.

En España: Salvador Allende: Contra los judíos, los homosexuales y otros ‘degenerados’


Reseña: "Los hebreos se caracterizan por determinadas formas de delito: estafa, falsedad, calumnia y, sobre todo, la usura […]. Estos datos hacen sospechar que la raza influye en la delincuencia." 

No es ningún ideólogo del nazismo quien escribe tales ocurrencias. Es el socialista Salvador Allende quien las expresa en Higiene Mental y Delincuencia, la tesis con la que obtuvo en 1933 el título de Médico Cirujano de la Universidad de Chile. El texto, hasta ahora desaparecido, ha sido llevado a la luz por Víctor Farías, profesor en la Universidad Libre de Berlín, y conocido internacionalmente por otros importantes descubrimientos históricos. 

Toda la tesis universitaria de Salvador Allende expresa la mentalidad del joven médico: su racismo antisemita se articula dentro de una concepción determinista de la psiquiatría que llega hasta promover tratamientos gravemente lesivos para homosexuales, epilépticos, débiles mentales, alcohólicos, etc.

Compra del libro: http://is.gd/HGbfYM


En Francia: “Allende: La face cachée” (La cara oculta).